domingo, 8 de diciembre de 2013

¿CUAL DE ELLAS MERECES SER?

Hola Amigos, ¿cómo están?:
Vamos acercándonos a la navidad, pero con ella es imposible también dejar de pensar que se va acercando otro fin de año, ¿cómo llegaremos a un nuevo año?, ¿hemos sido capaces de vencer las dificultades?, ¿hoy somos mas fuertes?; son tantos los desafíos y los retos que encontramos a nuestro paso que es inevitable cuestionarnos si nuestro paso por este mundo, por la vida de los demás incluso la nuestra marca una gran diferencia o solo somos simples protagonistas como sombras en la pared que se limitan a su sola existencia sin hacer diferencia alguna....

A las puertas de la segunda semana de adviento, pienso en la segunda vela que encenderemos hoy o quizá ya encendieron, ¿cuál es el significado que le han puesto?, para mi el tiempo de adviento es siempre un tiempo de espera, pero sobre todo un tiempo en el que la esperanza permanece a flote pues el nacimiento de Jesús marca siempre nuevos inicios, la probabilidad de que todo aquello que uno espera se haga realidad, indudablemente este es un tiempo en el que nuestro espíritu se hace nuevo para volver a empezar.

Hace muy poco tiempo, una amistad me contó la historia de las dos ranitas y aunque probablemente sea una historia muy conocida para ustedes, reconozco que fue la primera vez que la escuché y me gusto tanto su mensaje que hoy quiero compartirla con ustedes:

Sucedió una vez que dos ranitas salieron a dar un paseo. Como hacían a menudo, recorrían los prados que rodeaban su charca saltando alegremente. Hasta que un día sucedió algo totalmente inesperado: Tras un salto ni más ni menos largo cayeron dentro de un balde que el vaquero había olvidado cerca del establo y que aún guardaba bastante leche.... por mucho que se esforzaban por salir del cubo, las paredes metálicas eran demasiado lisas y el borde quedaba demasiado alto. Y así lo único que podían hacer era nadar y nadar para no ahogarse en la leche. Pero el tiempo pasaba y el cansancio se apoderaba de ellas. ¿Te has dado cuenta de que nunca vamos a salir de aquí?, le dijo la ranita mayor a la más joven. Nuestras patitas no podrán soportarlo mucho tiempo y me temo que nunca saldremos de ésta. Moriremos aquí. No importa, respondió la otra ranita. No podemos hacer otra cosa que nadar. Nada y no te lamentes. Conserva tus fuerzas....No puedo más, volvió a quejarse la ranita mayor, De verdad te digo que ya no puedo más. Ya no siento las ancas, ya no sé si las muevo o no. No veo bien y no sé hacia dónde me muevo. Ya no sé nada. Continúa nadando, replicó la otra ranita. No importa cómo te sientas, no pienses siquiera en ello. Sigue adelante, continúa.... la ranita mayor, extenuada, abandonó y murió ahogada.... el tiempo pasaba y la ranita se sentía cada vez más débil... de pronto sucedió algo sorprendente. Bajo sus patitas empezó a notar algo de mayor consistencia que la leche, algo sólido, así que reunió las últimas fuerzas que le quedaban, se apoyó en aquella masa y saltó… justo por encima del borde del balde, para ir a parar a la seguridad del prado. Con el movimiento continuo de sus patitas la leche había empezado a convertirse en mantequilla! Y la consistencia de la mantequilla le había ofrecido un punto de apoyo desde el que saltar. Gracias a la perseverancia en su esfuerzo y a que no se había dejado derrotar por el cansancio o el sin sentido, había sido capaz de transformar una situación terrible en una ocasión de liberación.

¿Cuantas cosas hemos superado a lo largo de los días que han transcurrido para que lleguemos a este día?, ¿a cuántas personas hemos despedido aún cuando ni siquiera pensábamos hacerlo?, la vida definitivamente no es una tasa de leche, acaso todos nadamos aún sin saber cuál es la finalidad como nuestras dos ranas amigas, vemos con nuestra racionalidad humana, nos damos cuenta que la probabilidad de salir es muy pequeña si acaso en definitiva no existe... y a pesar de todo seguimos. En este momento recuerdo a un amigo quien siempre que atravesaba una situación difícil decía "estoy remando en dulce de leche" y aunque esta expresión me causaba gracia, con el tiempo aprendí a utilizarla, ¿cuántas veces no hemos sentido que estamos remando en dulce de leche?.

Pero hoy nos encontramos ante la segunda semana de adviento, ¿por qué no esperar que se renueve la esperanza en nuestros corazones?, hemos llegado a este día a pesar de todo, somos las ranas que no dejan de nadar aunque ni siquiera sepamos exactamente hacia donde nos conduce esto, lo hacemos porque una enorme fuerza sostiene nuestra vida y nuestros corazones, porque creemos en Dios y sabemos que aunque no sepamos exactamente ¿por qué nos pasa lo que nos pasa?, todo forma parte de un magistral plan de vida, que es único para cada uno de nosotros.

Estamos aquí, porque no dejamos que nuestra esperanza desaparezca, porque las dificultades y las situaciones adversas no consiguieron mellar nuestras inmensas ganas de seguir adelante. Porque tenemos el derecho de esperar que la esperanza se renueve en nuestra vida, porque no nos mueve un destino que desconocemos sino la inmensa fuerza del amor de Dios y es gracias a esa confianza que seguimos a pesar de todo.

Cuando sientas que las adversidades te superan y ya no tienes fuerzas para seguir luchando, recuerda la historia de las dos ranitas, ¿cuál de ellas mereces ser?.

Que tengas una semana preciosa, llena de buenos y alegres momentos. Hasta la próxima!!.




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