domingo, 28 de junio de 2015

EL VALOR DE SER UNO MISMO

Amigos, Bienvenidos!!:
¿Cómo han estado?, con seguridad muchos de ustedes se encuentran disfrutando de unas merecidas vacaciones y otros estarán apreciando sus días en el trabajo, de una forma u otra la vida no se va a  ningún lado así que a vivirla pero sobre todo a disfrutarla.
Entre los partidos de cuartos de final de la Copa América y el resto de mis actividades; tuve la maravillosa oportunidad de seguir revisando muy buen material para compartir con ustedes esta semana, ¿vieron que ya se termina Junio?, vamos más de la mitad del año ya transcurrido así que sigamos!!! todavía quedan algunos meses más por delante así que a ponernos manos a la obra en el camino de concretar esos sueños metas u objetivos que escribimos al iniciar este año, recuerden que nunca es tarde para abrasar esa vida que Dios ha puesto en nuestras manos.

Hablamos de vida y de eso es precisamente que quiero escribir hoy, de la vida pero de esta vida que tenemos a la cual debemos cuidarla como el mayor valor o el más importante que poseemos.
Comparto con ustedes el siguiente mensaje:


Indudablemente Eduardo Galeano fue uno de los más reconocidos escritores y el mensaje anterior nada más confirma lo dicho, hoy por hoy son las cosas que menos importan las que cobran una notoriedad indescriptible, le damos valor a lo que realmente no vale nada, mucho peor aún hemos empezado también a reemplazar "quienes somos" con lo que "decimos ser".

¿Que sentido tiene disfrazar el cuerpo con las ropas más costosas si ni siquiera sabemos lo que valemos por dentro?, ¿qué sentido tiene asistir al funeral de alguien que ni siquiera recordamos bien cómo era en vida?, ¿qué sentido tiene no faltar a misa todos los domingos si Dios es el más ausente en nuestra vida?, damos pasos en falso, no conocemos nuestro propio camino, estamos tan perdidos que hemos terminado por convencernos que seguir el camino de "alguien más", nos dará el verdadero sentido de nuestra vida.

Pensé mucho en la forma en que conseguiría explicarles la importancia de ser uno mismo, nos referimos a esto de muchas manera, la llamamos autenticidad, a mí solo me gusta describirla como el "valor de ser uno mismo".

Es bueno ser uno mismo, cada uno tiene una determinada ruta a seguir, no vinimos a ser duplicados de nadie, porque nadie puede valer más que uno mismo; la libertad mis queridos amigos se vive; uno no la compra, uno no la encuentra en las páginas de un libro, uno simplemente la vive. A travez de nuestras propias experiencias, de nuestras propias decisiones, de nuestras propias elecciones. Nadie más lo puede hacer por ti, tú mismo vas abriendo tu propio camino.

Compartiré con ustedes la siguiente historia:

CUANTO VALES
Un día un sabio maestro recibió la visita de un joven que se dirigió a él para pedirle consejo:
— Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
— Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... y haciendo una pausa agregó: — si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
— E... encantado, maestro— titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
—Bien— asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y al dárselo al muchacho, agregó:
— Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, quienes lo miraban con algún interés.
Pero les bastaba el escuchar el precio del anillo; cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Triste, subió a su caballo y volvió a donde el maestro se encontraba:
— Maestro -dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera obtener dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
— Qué importante lo que has dicho, joven amigo —contestó sonriente el maestro—. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
— Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
— ¡58 MONEDAS! — exclamó el joven.
— Sí, -replicó el joyero— yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

— Siéntate —dijo el maestro después de escucharlo— Tú eres como este anillo: Una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?.

Creo que la historia relata a la perfección lo que hacemos cuando tratamos que sean los demás quienes nos den el valor que esperamos. Jamás conseguiremos saber cuánto vale esta maravillosa vida que Dios ha puesto en las manos de cada uno de nosotros, si en lugar de buscar en nuestro interior empezamos a buscar fuera de nosotros.

¿Cómo podremos hacer el trabajo que nos corresponde si no sabemos cuál es?, Dios nos ha dado a cada uno de nosotros una tarea específica, eso solo ya nos hace valiosos no podemos tratar de imitar el accionar de otra persona porque le estaremos privando al mundo, a nuestro entorno, a aquellos que nos quieren la oportunidad de ver lo que realmente somos capaces de hacer.

Al no estar conscientes del valor que nos corresponde no solo nos estamos restando importancia sino que a la vez se la estamos quitando a este mundo en el cual vivimos.
Somos criaturas perfectas capaces de hacer desde nuestro accionar algo irreproducible capaz de transformar mucho en este mundo, y aunque no fuera en el mundo entero, ¿no creen que cambiar la vida de una sola persona ya es algo verdaderamente importante?, cualquier cosa por pequeña que sea nos esta esperando solo a nosotros, nadie más lo puede hacer por tanto es relevante que nos demos a la tarea de saber quienes somos realmente y lo que somos capaces de hacer.

Sea cual sea la tarea a la cual vayamos a dedicarnos que sea una que hemos descubierto en ese maravilloso mundo interior que poseemos, no será poniendo los ojos en los demás y en lo que los demás pueden hacer que descubriremos la importancia de ser nosotros mismos.

Cuando seguimos los pasos de alguien más, tarde o temprano terminamos por convencernos de que somos iguales, que nos gustan las mismas cosas y por ende terminamos siendo tristes reflejos de alguien más, puede ser que esa coraza nos dure un tiempo pero tarde o temprano sentiremos que nuestro propio ser esta muriendo encerrado en esa fachada.
Nada encontraremos de valioso en nosotros mismos mientras vivamos con la mirada puesta en la vida de los demás.  

Un breve relato extractado del libro "Un minuto para el absurdo" de Anthony de Mello nos cuenta lo siguiente:

Un conejo y un León entraron juntos a un restaurante, donde al verlos, nadie daba crédito a sus ojos.
El conejo le dijo al camarero:
- Lechuga sin aderezar por favor.
- Y a su amigo, ¿qué le traigo?
Preguntó el camarero.
- Nada
- ¿Quiere usted decir que el león no tiene hambre?
El conejo miró fijamente al camarero y le dijo:
- Si fuera un león, ¿piensa ud que estaría aquí sentado?. No es un león es una imitación.

Que la vida no se pase siendo tan solo la imitación de alguien que quisiéramos ser; es mucho más sencillo actuar en conformidad con quienes somos realmente y para ello hay mucha tarea interior por delante, a ponernos manos a la obra porque los primeros que estamos perdiendo la magnifica posibilidad de ver lo que somos capaces de producir somos nosotros mismos.

Que esta semana lleguen a tu vida muchas bendiciones. Hasta la próxima!!!.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tomar un tiempo para compartir. Vuelve cuando quieras.