domingo, 9 de octubre de 2016

CUAL ES EL PRECIO PARA LA FELICIDAD

Amigos:

Bienvenidos!!!, cómo les va?; me gusta pensar que cada vida es un barco que zarpo mar adentro el día que nacimos, ¿a qué altura del viaje se encuentran?, ¿atravesaron ya algunas tormentas?, porque la vida es eso, es un viaje maravilloso, lleno de lugares inesperados, de aventuras, de peligros, de lecciones, de aprendizajes, la vida es eso y mucho más....

Hoy me encontré con esta historia:

Cuentan que Leonardo Da Vinci, buscaba modelos para su obra “La última cena”. Fácilmente encontró a Jesús: un joven florentino en la primavera de la vida: fuerte, alto, con la mirada fresca, envolvente y cautivadora. Limpia. Fue fácil invitarlo a posar. Pasó el tiempo y entre las distintas actividades del gran maestro el cuadro no quedaba terminado. Serían diez años desde que había comenzado el cuadro y para dar por terminada la obra faltaba otro de los personajes principales de la escena: Judas, el discípulo que traicionó a Jesús. No era cosa de otro mundo buscar una persona que pudiera servir de modelo, si bien a nadie le agradaba tal empresa, por las heridas que en la susceptibilidad personal pudieran causarse: eso de quedar inmortalizado en la historia como un traidor no era del todo halagador para nadie. Así las cosas, Leonardo buscó entre las peores tabernas a los posibles personajes que pudieran desempeñar el triste papel de Judas Iscariote. Buscando, buscando, lo encontró: un hombre, no muy grande, de unos treinta años pero con una mirada triste, perdida, el ceño fruncido y las espaldas ya algo cargadas por el paso del tiempo. Con todo respeto lo invitó a la osada empresa y el sujeto aceptó. Habría sido en las primeras sesiones cuando nuestro modelo, sin notarlo, comenzó a llorar. Leonardo, tratando de congraciarse con él y admirando su exquisita sensibilidad le dijo:
-Pero hombre. No llores, no es para tanto. Tú no eres un traidor, tan sólo me estás ayudando en esta empresa. Es cierto que te ha tocado jugar un papel muy poco halagador, pero por favor, no lo tomes así.
A lo que el hombre respondió:
-No lloro por lo que tú me estás diciendo. Lloro por mí mismo. ¿Es que no me reconoces? Cuánto habré cambiado que al cabo de diez años tú mismo me pediste que posara como Jesucristo y ahora me invitas a ser Judas Iscariote...

Esta demás decirles que la historia me gusto por muchas razones, uno puede quedarse con la moraleja que uno entiende en la primera lectura, ¿cuántas experiencias cambian nuestra forma de ser?; pasamos por tantas caídas que no resulta extraño toparse con una que nos lleva a reinventarnos, a mostrar un rostro gris, miradas sin luz, y es que uno siente que lleva el peso del mundo sobre los hombros, ¿cuántas veces te sentiste así?....

Sin embargo, a la luz de una segunda lectura uno se encuentra con la hermosa historia de Da Vinci y su cuadro de la última cena; de esa historia que le lleva diez años terminar, de ese sueño que tuvo un día de plasmar la ultima cena y no renunciar hasta encontrar las condiciones "ideales" para terminarlo, condiciones que él busco, que seguramente imagino muchas veces hasta que pudo verlas.

Esta preciosa historia, como yo la veo; me lleva a preguntarme ¿se puede poner un precio a la alegría?, ¿se le pueden poner plazos?..
Las personas estamos tan acostumbradas a postergar nuestros sueños, los dejamos para cuando hayamos ahorrado mucho dinero, para cuando tengamos una casa, para cuando tengamos una profesión, para cuando....

Lo cierto es que la vida se vive aquí y ahora, que hace falta vivir los sueños respetando sus tiempos; que uno puede empezar a construir su sueño ahora aunque para eso sea preciso dejar de lado la falsa seguridad con la que hemos engañado al alma.

Uno puede empezar a construir su sueño hoy y verlo realizado dentro de un tiempo largo o corto; según Dios lo disponga, lo que no se puede hacer es renunciar a ellos, porque estaremos callando la voz del alma, porque entonces dejaremos de ser humanos y pasaremos a ser simples máquinas que se mueven al ritmo de la agenda.

Y es que a la alegría no se le puede poner un precio; no se puede esperar a tener mucho dinero para ser feliz, porque podría ser que para cuando ese día llegue, ya ni siquiera sepamos lo que nos hace felices.

A la alegría no se le puede poner plazos, si acaso; esos los conoce Dios; pero sí que se puede empezar a construirla hoy, en este presente que por momentos nos agobia, en estas horas que a veces se hacen muy largas y es que frecuentemente nos perdemos en ese laberinto de posibilidades que aparentemente nos muestra el mundo.

Lo cierto es que el corazón conoce la ruta de nuestros sueños, pero hemos callado su voz, por escuchar la bulla del mundo.
Cuán necesario se hace retomar ese camino, ir descubriendo para qué fuimos hechos; escribir nuestra historia en momentos pequeños de felicidad, en los cuales el corazón nos susurro al oído que es mucho más fácil ser feliz cuando se invierte la vida en la materialización de un sueño. ¿Qué importa que debamos esperar diez años si es preciso?.

Para conocer la ruta de nuestros sueños hace falta que escuchemos lo que nuestro corazón nos grita a cada momento, porque podemos perdernos persiguiendo los sueños de alguien más, solo porque esa persona tuvo el valor de decirlo en voz fuerte.

Y aquí es donde me encuentro con el Judas de la Historia, porque muchas veces invertimos tanto de nosotros mismos persiguiendo sueños equivocados (y es que jamás conseguimos callar la bulla del mundo) que terminamos desgastando nuestro ser.

Creo que deberíamos pedirle a Dios más frecuentemente que nos permita aceptar que hay cosas que no pueden cambiarse por mucho que lo querramos, que a veces hace falta dejar a quien queremos tanto, pues su tiempo en nuestras vidas ha terminado.
Deberíamos pedirle a Dios que nos de valor para cambiar lo que debe ser cambiado y que nos infunda mucha pero mucha sabiduría para distinguir cuando dejar ir  y cuando seguir luchando.

Que esta semana, cuentes con la suficiente claridad para distinguir un sueño de una simple bagatela y que Dios te el valor para seguir tus propios sueños. Hasta la próxima!!!.


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