Este último tiempo ha sido un tiempo interesante, con los años he aprendido que los conflictos, los días grises, las caídas son solo el aspecto interesante de la vida, porque es el espíritu el que se pone a prueba y porque es en ese tiempo en que se aprenden las mayores lecciones.
Una vez leí la frase "para días grises, paraguas de colores" junto a una imagen llena de paraguas de colores, en el fondo la vastedad de un cielo gris. Ayer, recordé esta frase cuando yo también me encontraba observando la vastedad de un cielo gris. Reconozco con franqueza que lo hacía con la mente ocupada en preocupaciones y ciertas tribulaciones, entonces y para mi sorpresa comprendí algo que poco a poco fue instalando paz y sosiego a mi alma.
¿Quieres saber qué fue lo que comprendí?, antes de proseguir, déjame recordarte que para mi la vida es comprendida siempre desde mi perspectiva religiosa. Ahora me veo en la necesidad de aclararte que la vida y cada uno de nuestros caminos transcurre desde nuestra propia experiencia y que ésta en forma alguna es única para todos. Yo, he procurado siempre recorrer mi camino y desarrollar mi vida cerca de Dios y vaya que lo he visto en mis días y en mis soledades.
Ayer, observando la inmensidad de ese cielo gris, comprendí que Dios se hizo inmenso para que recordemos lo pequeño que es todo lo que nos pasa y nos rodea. Siempre me ha gustado mirar los cielos infinitos y maravillosos que me voy encontrando en mis días, los he mirado cuando he estado feliz, cuando he estado triste, cuando he estado con el alma inquieta por la preocupación, los he mirado en silencio, procurando comprender cuál es el misterio de su inmensidad. En mis años de infancia, siempre me dijeron que el cielo era la casa donde vive Dios, pero jamás lo entendí hasta ayer.
Nuestras existencias son pequeñas frente a la inmensidad de una creación que no nos pertenece y sin embargo nos envuelve, estamos rodeados de ella. Somos seres pequeños, lidiando con cosas pequeña que apenas alcanzamos a comprender, creo que por eso desperdiciamos tanto tiempo ocupando nuestra mente tratando de resolver conflictos que a nuestros ojos parecen "enormes".
Ayer comprendí que a veces hace falta mirar la inmensidad que nos rodea y que nos envuelve para recordar que nuestras existencia es pequeña y que todo lo que nos rodea y nos pasa también lo es. Somos pequeños pero estamos llamados a formar parte de esa inmensidad y de esa vastedad en la que reside la vida y la paz que ansiamos, y es así porque nuestro espíritu no es pequeño y no porque no lo veamos con la precisión con que vemos nuestra existencia física significa que no sea así.
Ayer mirando ese cielo gris, comprendí que la razón de mi felicidad siempre va a estar muy lejos de las pequeñeces de este mundo que solo puedo ver con mis ojos, comprendí que hay un lenguaje que solo el alma es capaz de comprender, esa voz interior que te dice que todo esta bien y que he sido capaz de escuchar tantas veces en mi vida. Esa voz que para mí siempre ha sido Dios y al que he sabido hallar en mi camino en solitario.
Finalmente, tengo la seguridad de que esos paraguas de colores con un cielo gris de fondo, son todas aquellas personas que permanecen a nuestro lado en tiempos de dificultad, todas aquellas personas que te miran con una sonrisa, que ponen una mano en tu hombro o que elevan una oración por ti. Hay ángeles entre nosotros, tengo la completa seguridad de que es así.
Te he dicho muchas veces que la vida se pone de manifiesto todos los días de nuestra existencia, y permanece allí aguardando a que la encuentres y te llenes de ella, pues esta vez quiero invitarte a que la veas en toda su dimensión, en todos esos cielos infinitos que se te presentan y que recuerdes que todo lo demás, todo lo que ocupa tu mente y te roba la paz, es tan pequeño que no merece tu atención.
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