domingo, 4 de diciembre de 2022

EL SUEÑO DE DIOS

Estos días de lluvia, los árboles cuyas  hojas mojadas se aferran a la rama para no ceder al viento y dejarse caer, hacen que piense en ti, en mí y en la naturaleza espiritual que forma parte de nosotros.
Alguien me dijo una vez que somos el sueño de Dios y que este recorrido solo nos prepara para ser un día, la realidad soñada, mientras tanto vivimos, aprendemos y como el vino nos vamos haciendo mejores con el tiempo.

Puede que sea la nostalgia que los días de lluvia siempre traen consigo, al menos lo es para mi; pero creo que tal afirmación tiene mucho sentido; sabemos que un día esta experiencia que llamamos vida, concluirá. Si lo hicimos bien o lo hicimos mal, quizá entonces no lo sabremos, como no lo sabemos ahora, pero hay una sola cosa que en definitiva sabremos: ¿fuimos felices?, ¿lo somos ahora?

Quizá sí somos el sueño de Dios. Estos días cercanos a la navidad, hace que me pregunté si estoy cerca de esa creación que Dios soñó un día que sería yo, ¿te los has preguntado alguna vez?
El rumbo de las cosas en este camino que recorremos y que llamamos vida, bien puede a veces alejarnos de tal ensoñación, bien sea porque hemos dejado que las "malas" experiencias nos amarguen hasta convertirnos en seres que escasamente reconocemos.

Si somos el sueño que Dios tuvo de nosotros, al menos hay algo en lo que no caminamos a ciegas y es en cuál debería ser el mayor propósito de nuestras vidas: SER FELICES.
Sin embargo no siempre es muy claro, dónde debemos buscarla, pero hay un farol que siempre alumbrara nuestro camino y es el amor. Si alguna vez amaste a alguien, como con seguridad lo hiciste, entonces sabes que lo que más querías es que esta o estas personas fueran felices, que fueran libres de serlo, aunque sus caminos los alejara de los nuestros. ¿Cuánto más no querrá Dios para ti?

Si este camino que recorremos a diario, esta maravillosa experiencia que llamamos vida, es finita; debemos al menos regalarnos la posibilidad de creer que el espíritu no es finito, que él continuará su viaje, ¿hacia dónde?, creo que nunca lo sabremos con certeza, pero podemos al menos pensar que las cosas que le hacen bien al alma, las cosas que por tanto le hacen bien al espíritu, no están en todo lo que podemos ver o tocar, más bien descansa en todo aquello que solo se puede ver con el alma.

Y es en este maravilloso escenario en el que debemos lanzarnos a la conquista de nuestra felicidad, es en este maravilloso escenario que podemos empezar por agradecer la posibilidad que Dios nos ha dado de conocer las cosas más simples y más ricas de la vida: Caminar bajo la lluvia y dejar que nuestra alma dance al compás de las hojas que caen con el viento, mirar ese cielo infinito que parece susurrarle al oído que todo es posible en tanto seamos capaces de mantener nuestra esperanza a flote.

Puede que sí seamos el sueño que Dios tuvo un día y que ese sueño solo se verá realizado en tanto alimentemos la llama que arde en nuestro espíritu y que nos une con su amor.
Recorremos el camino del adviento, ¿no sería bonito que consideremos que fuimos el sueño que alguien  tuvo una vez y que todavía estamos en camino de ser una maravillosa realidad?







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