No sé, si estamos completamente seguros de saber, que esta vida, es solo un viaje. Tengo la impresión, de que vivimos como si fuéramos a tener una segunda oportunidad, y no es tanto por la vida de las personas que comparten su tiempo junto a nosotros, aunque esto no deja de ser importante, lo digo también por nosotros mismos.
Ayer por la mañana, fui a desayunar con una amistad, a la cual, a pesar de ver casi todos los días, empezaba a extrañar por la agitada rutina en la que nos sumergimos. Sin embargo, ayer como muy pocas veces suele pasar, nos permitimos regalarnos un espacio de tiempo, el suficiente para reencontrarnos con las viejas conversaciones sobre la vida que solíamos mantener. Al terminar, nos regalamos una larga caminata, con el tiempo suficiente para disfrutar del camino, para apreciar los pequeños regalos de la vida, en suma, creo que fue un tiempo valioso para mí, uno que no tenía hace mucho, mucho tiempo.
Recuerdo que al llegar a casa, sentí tal bienestar en el alma, ese bienestar que solo la libertad suele regalarnos, me había hecho el mejor regalo que podía darme: Había destinado un valioso tiempo para mí!!
No sé, si estamos completamente conscientes, de que son esos momentos que dedicamos a nosotros mismos, esos que expanden la mente y el alma, los que llevaremos cuando partamos de este mundo. ¿Alguna vez has revisado cuáles son las actividades que ocupan la mayor parte de tu tiempo?
Sé que la vida de adulto, nos exige dedicar tiempo a determinadas obligaciones con las cuales hay que cumplir, pero en el interín, perdemos de vista esos pequeños, pero valiosos momentos, que dedicamos a conocernos a nosotros mismos, ese tiempo de calidad para dedicarnos una breve caminata mientras clarificamos la mente, ese café que disfrutamos mientras apreciamos el hermoso espectáculo que se despliega cada mañana, sea la estación del año que sea. En suma, ese breve espacio de tiempo en el que estamos conscientes de que estamos vivos y dejamos que esa vida se exprese en todo nuestro ser.
Ser adultos, no implica olvidarnos que tenemos la responsabilidad de cuidarnos, pero sobre todo, consentirnos con pequeños regalos que solo nosotros podemos darnos, esos que no hallaríamos en ningún lugar; con esas conversaciones que solo nosotros podemos mantener con nosotros mismos, con esa pregunta que quizá evitamos más de lo que nos gustaría admitir: ERES FELIZ?
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