¡¡¡BENDITAS ESAS TORMENTAS!!!

¿Qué nos han dejado estos 11 meses? Tengo la costumbre de hacer un balance del año que  va terminando, este balance es algo particular, no son cuentas, son experiencias, son lecciones,  son personas que despedí, son personas que llegaron. Me gusta pensar, que al final será siempre más lo bueno que todo aquello que haya podido alejarme de la felicidad.

Este año, ha sido sin lugar a dudas, un verdadero desafío para la felicidad,  y déjame decirte, si es que no lo sabes ya: la felicidad es una conquista, a veces hay que salir y defenderla a cualquier precio.

Y lo que me  deja como saldo positivo este año, es que sume  ¡personas magníficas!, por las cuales  sentirme agradecida con Dios. 

Y  es eso no?, vivir en una constante actitud de gratitud, porque ahí donde enfocas tu atención, es por donde se van a desarrollar todas tus experiencias.

A mi edad ya no le cargo  al  futuro todas mis expectativas, ahora vivo en el  presente y lo que espero de él es todo lo que pueda traerme, es más bonito dejarse sorprender por Dios, en todo lo que él decida.

También  me he sentido agradecida por todo el tiempo  de prueba, por esos días de oscuridad que anuncian tormenta y amenazan con llevarse la luz, ¿te parece extraño agradecer por ello? bueno, este año me mostró que fueron precisamente esos tiempos los que me han dejado las más grandes lecciones  y en este último tiempo en particular, esas horas grises,  me han dejado una dura lección: No es Dios ayudándome, soy yo preguntándole ¿en qué puedo ayudarte?

Hay dificultades que llegan para que entiendas lo pequeño que eres, llegan  para que comprendas que a veces llevas  una carga que no te corresponde, porque "esa situación" esta en las manos de Dios, y no es con acción que podrás ayudar, lo harás con oración. Benditas esas tormentas que nos hacen encontrar personas cuya ayuda sincera te da la fuerza que empezaba a flaquear en tí.

La lección más  grande que aprendí, es que pasé muchos años de mi vida, viviendo en un lugar que no me correspondía. ¿Te ha pasado alguna vez que de pronto te encuentras pensando en todas  las cosas que pueden salir mal, ante cualquier situación?  Bueno, a eso me refiero; si eres una persona que practique algún tipo de espiritualidad, sabes que siempre "esperamos" que, como en mi caso, Dios nos cuide y cuide de  las personas que amamos,  lo esperamos, mientras nuestra mente se prepara para reaccionar a todos los posibles escenarios que podrían presentarse si las cosas "no salen" bien.

¿Comprendes la extraña dualidad en  que se desarrollan los días?, por lo menos los míos, transcurrían así, hasta que atravesé una tormenta tan grande, tan desgarradora, una que trajo tales eventos, que no hubiera podido imaginármelos ni siquiera en la peor pesadilla, mi mente estaba condicionada a reaccionar a cada posible evento desfavorable, ¿qué esperaba que suceda? Bueno, al final  me  di cuenta, que si le pedía a Dios felicidad, entonces ¿por qué me preparaba para una posible tristeza?, si le pedía a Dios que me proteja, ¿por qué me preparaba a posibles peligros?; esta bien ser prudentes, esta bien ser precavidos, lo  que no esta bien, es prepararte como si supieras que precisamente aquello que pides en oración no fuera a suceder.

¿Cómo podía pedirle algo a Dios, si albergaba dudas de que fuera a ser así? y ¿te digo algo más?  aún así, he visto la protección y la ayuda de Dios, ¿puedes no enternecerte con su amor? si aún cuando tú decides vivir como si las cosas que le pides en oración, no fueran a suceder; él esta atento a tus necesidades y a tu bienestar.

Este año y todo lo que trajo, lo bueno y lo malo; me han servido para caminar con paso más ligero; pongo atención en todas las cosas buenas y confío en que Dios esta cuidándome. La vida se disfruta más, porque ahora estoy trabajando en todo aquello que sí me reporta felicidad, pasé muchos años viviendo, en el lugar equivocado. Necesitaba esa tormenta para comprender que Dios siempre estuvo, esta y estará conmigo y es mi mayor deseo que tú comprendas lo que acabo de decirte y te unas a la vida que por derecho te corresponde.